Alrededor del mediodía del 10 de enero de 1946, un potente pulso de ondas de radio salió disparado hacia el cielo desde una enorme instalación de radar en Camp Evans, en Wall Township, Nueva Jersey. A diferencia del movimiento de barrido de los radares tradicionales utilizados para buscar aviones enemigos, este haz estaba estrechamente enfocado y dirigido a un pálido orbe que acababa de elevarse sobre el horizonte oriental: la Luna.
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