En 1897, el maestro publicó un cuento largo titulado Campesinos. Aquí se atrevió a describir a la población rural sin idealizarla ni sentimentalizarla lo más mínimo. Es cierto que en algunos aspectos mostraba su habitual compasión hacia ellos, pero lo que muchos no iban a perdonarle es que no les ahorrase epítetos como “groseros, ruines, sucios, borrachos” o que se preguntase, sinceramente, “¿Cómo iban a ayudarles los ricos, los fuertes, siendo tan groseros, tan ruines, tan borrachos, injuriándose de una manera tan abominable?”
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Y cuando entraba algún populista en su casa, le esperaba con la escopeta colgada detrás de la puerta.
Pues en el jardín de los cerezos a quien ridiculizaba era a la clase alta, obra de teatro muy recomendable, aunque sigo prefiriendo sus relatos cortos
Buen artículo, una lástima el click bait del título
El populismo del que habla, de finales del xix, no tiene nada que con lo que entendemos por populismo hoy en día.
Básicamente habla de una especie de hippies pijos que se sentían culpables por ser superiores al pueblo llano. El protagonista está entre esos dos mundos, el del pueblo llano y el de la burguesía adinerada. Al final acaba renegando de ambos mundos.
Lo que yo no sabía es que a estos hippies ser les llamaba populistas.