Tenía el aspecto de un hombre sin atributos, con sus gafas redondas, su temprana calvicie y su rostro severo, pese a la tímida sonrisa que a veces se adivinaba en la comisura de sus labios. Detrás de su apariencia anodina, el camarada Beria escondía a un auténtico monstruo, un tipo que ejerció de lugarteniente de Stalin con la efectividad de un reloj suizo y el sadismo de un siniestro sociópata.
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Y que a su vez estaba cagado, porque sabía que todos sus antecesores habían acabado mal.
Que Beria cumplió con su papel en las purgas no lo pone en duda nadie, que la leyenda negra que arrastra se la endiño Jrushchov tampoco.
Grande Beria, que consiguió la bomba para la Urss y salvo a la humanidad.
Como sería que los comemierdas de Nikita y Zukohv lo primero que hicieron fue asesinarlo.