Hace 2 años | Por zanguangaco a epe.es
Publicado hace 2 años por zanguangaco a epe.es

El hispanista holandés Sebastiaan Faber señala el descuido de la cultura política española. El franquismo ensambló a la perfección una estructura de poder y una cultura política; así que fue mucho más que Franco y su régimen. Además, la Transición no supuso un corte limpio con el régimen autoritario, sino su transformación interna. De manera que, bien pensado, no tiene nada de extraño que la huella de una dictadura tan pertinaz como la franquista sea visible todavía en la democracia. Lo inconcebible es que ese rastro pudiera haberse borrado por

Comentarios

Robus

Solo hay que ver como está el tribunal constitucional, el tribunal superior de justicia, el tribunal de cuentas y quienes los componen para ver que esto no es una democracia... ni consolidada ni descafeinada.

Fingolfin

Más que democracia franquista, yo diría democracia antifranquista. La seña de identidad fundamental de nuestra democracia es el carácter hegemónico del relato antifranquista, según el cual España es franquista siempre, haga lo que haga, porque sólo desde la concepción del franquismo eterno español pueden los intelectuales más mediocres de Europa dedicarse a vivir perpetuamente en un mundo virtual de arcoiris donde todo el núcleo de su acción política es ser antifranquistas y nunca ir más allá, mientras que los problemas del mundo real pueden ignorarse plácidamente. Y si uno de estos intelectuales logra, por despiste, tomar conciencia de la existencia de un problema real, llegará a la conclusión de que su verdadera raíz es el franquismo, de modo que toda cosa puede reabsorberse en el antifranquismo. De ahí que estos grandes intelectuales estén llegando a un paso de construir una verdadera gnoseología antifranquista, de modo que el antifranquismo puede ya interpretar cualquier aspecto de la realidad, y sin descartar que pueda extenderse a las ciencias y podamos pronto tener matemáticas, física, lenguaje antifranquista. Tal es la potencia del pensamiento de nuestros intelectuales antifranquistas.

Autarca

Que no lo llamen democracia, nunca lo fue.

O

No somos una democracia, somos una oligarquía, de partidos, si acaso.
Con un regimen de libertades, cada vez menor, al parecer.
Ni hay representación real, ni separación de poderes ni carta de derechos.
Pactada entre traidores y cobardes.