Hace 2 años | Por LibrosHoy a jotdown.es
Publicado hace 2 años por LibrosHoy a jotdown.es

En 1796, el escritor Johann Paul Friedrich Richter, más conocido como Jean Paul, publicó una comedia gótica de título rocambolesco: Bodegón de frutas, flores y espinas o vida conyugal, muerte y nuevas nupcias del abogado de pobres F. St. Siebenkäs. La obra alcanzó cierta notoriedad mediante el escándalo, pues algunos vieron en el texto una casi blasfema reinterpretación del mito cristiano de la resurrección. El protagonista del relato, aconsejado por un amigo que es su doble idéntico, decide fingir su propio fallecimiento para comenzar una...

Comentarios

E

Nunca he encontrado a mi doppelgänger pero siempre he sentido curiosidad por si la similitud física tendría un eco también en la personalidad (un poco como la vieja escuela de la frenologia en la que median el cráneo y la distancia entre facciones para predecir el carácter).
Parece lógico pensar que un peso determinado puede llevar aparejado una tendencia al ejercicio físico o por el contrario al sedentarismo. La preferencia por la longitud del cabello puede denostar un sentido estético o práctico similar... Y así con otras características.

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... nueva vida desde cero. Los lectores y hasta los estudiosos de la literatura germana decidieron ignorar lo engorroso del título y pasaron a referirse a la obra simplemente como Siebenkäs. La novela introdujo en la lengua alemana dos neologismos inventados por el propio Jean Paul. El primero, doppelgänger, se refería a una comida donde el plato principal y el segundo eran servidos al mismo tiempo. Esta acepción no tuvo demasiado éxito. El segundo neologismo era casi idéntico, doppeltgänger (nótese la «t» intercalada) y, como el propio Jean Paul aclaraba en una nota al pie de la primera edición, denominaba a un sosias, un individuo que mantenía un inexplicable parecido físico con otro hasta el punto de ser indistinguibles. Esta acepción sí cuajó, aunque, como sucedió con el kilométrico título de la propia novela, el público decidió adoptar la palabra a su manera. En el uso popular, doppeltgänger (con t) perdió su significado en favor de doppelgänger (sin t), que dejó de referirse a una forma particular de servicio culinario y pasó a designar al doble idéntico de un individuo. El único que respetó los neologismos de Jean Paul fue otro famosísimo escritor gótico, E. T. A. Hoffmann, uno de cuyos relatos se tituló «Die Doppeltgänger» (con t). Pero nadie más decidió conservar la t. Y la verdad es que Jean Paul sería presa del estupor al ver que hoy se usa como equivalente de doble idéntico lo que para él era poco más que un sinónimo de «tapas»...