Era ahora o nunca. Lo sabía Miguel Ángel Rodríguez, periodista y exasesor de José María Aznar, mientras preparaba las armas de su jefa, Isabel Díaz Ayuso, a quien Génova venía ninguneando desde que ganó en Madrid con 1,6 millones de votos. El sumo secretario del PP, Teodoro García Egea, ingeniero de telecomunicaciones, no los vio venir. Se creyó que quien manda, manda, y tiene derecho a todo, incluso a espiar y doblegar a la triunfadora. Pablo Casado, demostrando su falta de liderazgo, le dejó hacer.
Comentarios
Confiaba que los blasones de la secretaría y de la presidencia del partido serían suficientes para bajarle los humos a la señora presidenta. Su monólogo televisivo, lleno de honra y ejemplaridad, se parecía, en lo absurdo, a los del gran cómico:
--Oye, que me has dado.
--Pues no seas el enemigo.
Alfonso Guerra dimitió por muchísimo menos
El hábito de dimitir en España
El hábito de dimitir en España
atlas-news.comEl propio MAR podría haber escrito este relato para nada blanqueador de Ayuso, ecuánime y bien poderado.
Si se trataba de un delito, era su obligación. Los que defienden a Ayuso están defendiendo la corrupción y que la han denunciado porque molestaba al partido y que por algo sería.
Evidentemente solo se trataba de una guerra interna y Casado no estaba a la altura. Le han engañado como a un primerizo y de paso han amortizado el favor a Carromero.
Aunque yo tendría en cuenta el factor Toni Cantó, el liquidador de partidos políticos (igual es un rojo peligroso y no lo sabe)