Las esculturas pueden engañar al ojo de formas sorprendentes, pero las obras de Thomas Deininger llevan este concepto al siguiente nivel. A primera vista, parecen aves reales, tan vivas que casi podrías oír el batir de sus alas. Sin embargo, basta con moverse unos pasos para descubrir que estas majestuosas figuras no son lo que aparentan.
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No es algo que no se haya hecho antes, pero sigue teniendo mérito hacer el esfuerzo de crear composiciones interesantes. Es chulo, pero no es tan loco ni tan prodigioso.
Yo puedo hacer magia con números o programas pero esas cosas se escapan de mi entendimiento.
Pero me piden dibujar un círculo y las paso putas para enlazar el principio con el final.
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Ánimo!