Las esculturas pueden engañar al ojo de formas sorprendentes, pero las obras de Thomas Deininger llevan este concepto al siguiente nivel. A primera vista, parecen aves reales, tan vivas que casi podrías oír el batir de sus alas. Sin embargo, basta con moverse unos pasos para descubrir que estas majestuosas figuras no son lo que aparentan.
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