Si los valencianos hiciéramos el ejercicio de apuntar al final de cada semana las cosas que pasan a nuestro alrededor tendríamos un material inagotable de novelas. O, visto de otro modo, vivimos una realidad que les hace una competencia atroz. El costumbrismo político valenciano es un género en sí mismo. Es excesivo, es pirotécnico. Es inagotable.
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