Cincuenta años de pelea, de la obsesión de su padre «que quería limpiar su nombre para la historia» y que murió antes de conseguirlo, de convencimiento de que Xosé Humberto fue un chivo expiatorio de un Franco al que le quedaban semanas de vida, todo eso se paso por delante de Flor al leer el escrito. También se acordó de que «quemaron la casa de mis padres al año de haberlo fusilado, ya en Democracia para que dejásemos el tema. Destruyeron todo, hasta sus poesías y le dieron cuatro tiros al perro».