Concurso de microrrelatos de Menéame
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No hay huevos

Teníamos dieciséis años, y pasábamos el verano en el pueblo. Había alguno de diecisiete, creo recordar. Julián, por ejemplo, que fue el que propuso saltar la tapia del cementerio para hacer botellón allí.

—No hay huevos —nos desafió.

Y todos, incluidas las dos chicas de nuestra pandilla, saltamos.

Elegimos para sentarnos un panteón antiguo. Cecilia Rodríguez Garcés, muerta a los 30 años, casi un siglo atrás. 

Bebimos. Fumamos. Nos reímos con risa floja espiando cada sombra, bajo la atenta mirada del ángel de márrmol que custodiaba el panteón. Y entonces se me ocurrió.

—Dale un beso al ángel, Julián.

Julián se levantó, y le empezó a tocar las tetas al ángel. 

—No, no le metas mano. Dale un beso.

—Venga tío...

—No hay huevos...

Y no. No los hubo. Lo intentamos todos, pero su mirada de piedra nos dijo, de algún modo, que era preferible no hacerlo.

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Una mañana como otra cualquiera

Sebastián Horza se había levantado esa mañana como cualquier otro día, pero casi por casualidad se dio cuenta de que no tenía sombra, miró y remiró varias veces buscando como un perrillo su cola hasta que se convenció de que no tenía sombra. Nunca la había echado en falta hasta que la perdió. Se tocó los brazos, las piernas, la cara, todo parecía seguir en su sitio pero su cuerpo no bloqueaba la luz. Decidió ir a Urgencias.

Justo cuando iba a salir hacia la calle se miró de refilón en el espejo de la entrada. Se detuvo en seco y dio un par de pasos atrás. Se quedó mirando esa lámina reflectante con marco dorado, un espejo vacío que sólo mostraba el cuadrito de la pared de enfrente. Sebastián tampoco se reflejaba en el espejo.

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Así sea.

Su hijo y su marido estaban en la habitación.

Ella, acostada en la cama y conectada por múltiples cable y tubos a diferentes máquinas, les observaba con la mirada tranquila y con todo el amor de una vida.

La mano de su hijo temblaba sobre los interruptores que apagarían las máquinas y la vida de su madre.

“Dijiste que lo harías tú, eso hablamos”, le animo dulcemente y con una sonrisa la madre.

Él, aparto la mano de la máquina.

“No puedo, mamá, no puedo” dijo abrazado a ella, mientras las lágrimas arrasaban su cara.

El médico presente en la habitación dio un paso adelante y fue detenido suavemente por el brazo del marido.

Ella lo miró. Cincuenta años juntos daban para muchas cosas, entre ellas hablar sin hablar.

“Hay que hacerlo, así debe ser”, le dijo ella con todo el amor que daba ese medio siglo.

“Así sea. Siempre te has salido con la tuya”, le respondió él con una sonrisa mientras una solitaria lágrima comenzaba a rodar por su mejilla.

Se abrazó a su mujer y a su hijo en silencio mientras pulsaba los interruptores.

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El fontanero y la anciana

La fuga se presentaba fácil de solucionar, pero el líquido viscoso y brillante desconcertó al fontanero. Parecía uno de esos potingues con los que jugaba su hija cuando tenía 6 años. Le encantaba la purpurina y el «color unicornio».

Usó el cortatubos con precisión y encontró el atasco precursor de la rotura. Había mucho pelo acumulado. No pertenecían a la anciana que le había requerido. Eran negros, largos y brillantes, como los de su exmujer.

Durante la faena, una llave de paso defectuosa le lanzó un chorro a la cara. No tenía sentido, pero parecía agua salada. Recordó la playa de su pueblo natal, que llevaba tantos años sin visitar.

Ya todo perfectamente ejecutado. Era hora de cobrar. Pero, ¡oh!, ¡seguía saliendo líquido!

—No se preocupe —se adelantó la anciana—. En esta casa no fluye agua, sino vida. Constantemente se va perdiendo. Y muta en recuerdos.

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Discurso de graduación

Nuestra misión es que los recursos fluyan desde sus orígenes a donde necesitan ser empleados. A veces, hay que calentar esos recursos, y a veces hay que enfriarlos. A veces hay que almacenarlos en grandes bolsas, y a veces hay que dispersarlos en finas partículas para que alcancen mayor superficie o volumen con un consumo inferior.

Además, por razones de todo tipo, las conducciones se obstruyen o alguien, intencionadamente o no, las estrangula, variando la presión, o generando artificialmente abundancia o escasez. Y ahí debemos intervenir nosotros para eliminar los elementos extraños o rectificar las conducciones y su trazado.

Se os llamará fontaneros ya trabajéis con agua, con capital, información o mano de obra. Es igual. Nuestra misión siempre es la misma. Nuestro trabajo es invariable.

Buena suerte ahí fuera.

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El tema de la semana es «Hermanos»

El tema de la semana es «Hermanos»

Desde Juan Guerra a David Sánchez pasando por Tomás Díaz Ayuso, los hermanos siempre han sido un quebradero de cabeza para los dirigentes políticos. Sombra incómoda o escudo providencial, estorbo o emisario, cada hermano es un personaje secundario que amenaza con robar el foco, un apellido que pesa, una llamada que compromete. Esta semana, el Concurso de Microrrelatos de Menéame propone zambullirse en esas lealtades mal gestionadas, en esos lazos de sangre que, lejos de unir, tiran en direcciones opuestas. Porque en política, como en la literatura, a veces los familiares no se eligen: se heredan.

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Asalto a la colina HE-127

El capitán ordenó precaución porque había visto un puesto enemigo enfrente de nuestro avance.

Agazapado entre las rocas, vimos el casco de uno de ellos. Nos ordenó disparar desde todos los ángulos posibles.

Pero no tuvimos éxito. Ni se inmutó.

Para ablandar su firmeza, se pidió refuerzo de la artillería. Tres días de fuego casi constante.

Ni se inmutó.

Nos retiramos unos kilómetros al pedir el apoyo de la aviación. Decenas de pasadas de bombarderos durante tres largas horas.

Al volver, seguía ahí. Ni se había inmutado.

Entonces es cuando, desobedeciendo las órdenes, el soldado Juan se levantó y salió a andar despreocupadamente. Al principio pensábamos que iba a mear, pero se dirigió al puesto del enemigo. Le dio una patada y salió rodando. Era un casco aislado.

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Media vita in morte sumus

—El festival lo organiza la Unión Europea de Radiodifusión, ¿no?— preguntó Thomas Kinskyn desde Alemania

—Sí, eso mismo —respondió una voz femenina desde Bruselas.

—Pues entonces, ya me diréis qué problema hay en que participe la Televisión Vaticana. El año pasado, llegó San Marino a la final...

—No, si no hay ningún problema real... Es de otro tipo.

—¿De qué tipo?

—Ahora todos los carcas y ultraderechistas votan a Israel, por molestar. ¿Y si les da por votar al Vaticano? —preguntó Jansen desde Noruega.

—Pues ganará el Vaticano. ¿Qué problema hay? Quieren presentar a un grupo de monjes cantando una canción medieval gregoriana...

—Son seis minutos de canción...

—¡Joder, que ese sea nuestro mayor problema! A ver qué hacen contra eso los israelíes —se burló el representante de España.

Alguien se rió desde Italia

—¡Ni siquiera los carcas son infinitos! ¡Probemos!

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La plusmarca

Nunca es agradable robar tumbas, pero unas son mejores que otras. Las de las mujeres ricas siempre son una tentación, y más si eran religiosas. No les gusta separarse del rosario o del crucifijo.

Eso pensamos de Doña Amalia. Y además había muerto quince años atrás. Ya no sería muy repugnante.

Amén, dijo mi colega, en recuerdo de la beata.

Pero no llevaba crucifijo. Al lado de su triste calavera recogimos unos pendientes. Y en torno a un fino hueso de un brazo, un pequeño reloj de pulsera. 

Entonces escuchamos algo. ¿Pasos? ¿Un chirrido? Mucho peor: tic-tac-tic-tac

La puerta del cementerio estaba abierta, pero aún así saltamos la tapia.

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Médium exorcista

Un gorgoteo, un murmullo... Un sistema de fontanería es una red de gargantas que vomitan y tragan, inhalan y exhalan. Nunca me fue mal silenciando silbidos, chasquidos y golpes. He trabajado con organismos de cobre, acero y hasta plomo que largaban auténticas letanías, y los enmudecí a todos.

Decidí reciclarme el día que doña Margarita me llamó para que quitase la válvula de presión y las arandelas que había instalado en su cocina. «Se va a reír de mí, pero me deprimí mucho cuando dejé de escuchar los susurros de mi difunto Paco en el fregadero», me dijo, y yo no me reí.

Ahora, además de fontanero, soy médium exorcista de tuberías.

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Pues a lo mejor...

Cuando se fue la electricidad, dejaron de funcionar las cámaras de vigilancia. Los drones de la policía aterrizaron a toda prisa, buscando cobijo en sus oscuros hangares.

Los programas de reconocimiento facial y asignación de puntos de ciudadanía tuvieron que detenerse. Los delitos aumentaron sólo un tres por ciento, pero la gente se lanzó al intolerable vicio de beber y bailar en las calles.

Los más sorprendidos, fueron los niños.

—¿Que es eso que hay en el cielo, papá? Parecen ojos.

—Son estrellas.

— ¿Las estrella son eso?

—Sí. Son tan grandes como el sol, pero están muy muy lejos.

—Pero parpadean...

—Bueno, pues a lo mejor son ojos... —respondió el padre, saludando con la mano hacia el cielo.

En un día así, cualquier cosa era posible.

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Duradero perfume de corrupción

Nadie supo que la somera inspección técnica que hizo Alfredo Ashlam en una fábrica de turbinas, resuelta rápidamente aceptando un mezquino soborno de maletín, provocó uno de los peores accidentes de aviación recordados, en el que casualmente murieron él, su mujer y sus dos hijos menores durante un despreocupado viaje vacacional.

Cuando el juez requirió la documentación de aquella chapucera inspección, simplemente no estaba. Alguien decidió años atrás que tantas pruebas técnicas eran prohibitivas y rellenó los dosieres con papeles vacíos. Se culpó a un tal Gubelkian, responsable del archivo, que fue despedido y acabó indigente y alcoholizado. Su hijo vivió avergonzado creyendo que su progenitor era el culpable de aquellas muertes.

Años después Gubelkian hijo fue elegido presidente de la república. Como medida para evitar casos como el de su padre tomó una decisión radical y legisló contra cualquier tipo de injerencia en la actividad empresarial:

Prohibió las inspecciones.

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Dar luz al asunto del apagón

El veterano asesor abrió la reunión del Consejo de Ministros. 

- Necesitamos actuar ya, atajando las teorías de la conspiración. Servicios de inteligencia extranjeros, nosotros mismos, los masones, los extraterrestres e incluso una coalición de todos ellos. El problema es que si no damos una explicación, cada cual lo tomará como confirmación de su teoría. Si la damos, como prueba de que mentimos. 

El nuevo fichaje le cortó:

- Señor presidente, me he adelantado redactando un borrador. Hemos de modernizarnos.

Este gobierno, comprometido con la transparencia, la libre expresión y los valores democráticos, ha decidido no dar explicaciones. Una teoría oficial sería un intento de adoctrinamiento. Por tanto, cada español es libre de informarse en redes sociales o a través de cualquiera que, ejerciendo sus derechos fundamentales, se haya autoproclamado experto. Podemos crear nuestra propia opinión: recordemos que todos somos iguales y, por tanto, todas las teorías son igual de respetables. 
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Un vídeo de despedida

«El Inútil», así lo llamaba su suegra. Por eso se ofreció para hacer el vídeo.

Parecía una tarea fácil y, de hecho, le llevó menos tiempo del esperado. Solo tenía que entrar en el viejo ordenador, seleccionar unas cuantas fotos y hacer un montaje para el funeral. Todos se emocionarán, algunos incluso llorarían y, lo más importante, se ganaría la simpatía de su familia política.

Acceder al contenido fue sencillo (su suegro había usado una contraseña trivial), pero, al abrirlo, su cuerpo reaccionó de inmediato y tuvo que apartarse para no vomitar sobre el teclado. Eran niños.

Tras el estupor inicial, se obligó a reaccionar. Pensó en cuáles eran sus opciones y en las consecuencias de cada una de ellas. ¿Llamar a la policía? ¿Contárselo a su mujer? No, eso sería demasiado doloroso para ella.

Con pulso firme, formateó el disco duro.

Prefería seguir siendo el Inútil.

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El inspector

Tras casi cuarenta años en la empresa, había aprendido a ser eficiente en su trabajo.

Cuando empezó, leía los informes examinando cada detalle e incluso rehacía los cálculos él mismo para comprobar que todo era correcto. Una pérdida de tiempo.

Más adelante, decidió inspeccionar solo las hipótesis y las conclusiones. En las raras ocasiones en que detectaba errores, estos no tenían impacto real. Sus superiores le felicitaron por su aumento de productividad.

En los últimos años, se limitaba a firmar los análisis que le entregaban, con lo que se agilizaba la revisión. Gracias a su entrega se convirtió en el empleado ejemplar.

Esa mañana, un error de diseño en el sistema desencadenó un accidente con más de doscientos muertos. Todos se preguntaron cómo había podido ocurrir algo así.

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Soy el mejor

Ayer tuve un sueño lúcido, de esos en los que sabes que la verdad es ciertamente falsa. Me premiaban en los Óscar como el mejor actor de la historia. El presentador enumeraba mis méritos: toda una vida fingiendo.

El buen estudiante, que se sacó una carrera que odiaba para complacer a sus padres. El trabajador ejemplar, que jamás dejó entrever su desprecio por la empresa. El compañero perfecto, que fantaseaba con dejar de producir mierda para poder comprar cosas que no necesitaba, o algo así, como en aquella película. El esposo ideal, cuya mujer nunca sospechó de sus infidelidades. El padre modelo, que ocultaba su arrepentimiento por traer más vidas a esta picadora de carne llamada civilización.

Desperté. Mi mujer me miró soñolienta.

—¿Estás bien?

—Estupendo.

Besé su labio tembloroso y salí al frío de la vida, con la mejor de mis máscaras. Definitivamente, soy un gran actor.

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El trabajo

Él leyó "Se necesita fontanero…" en el clasificado del periódico, pero las letras siempre se le habían hecho bola, desde pequeño. De todos modos, tomó la dirección y para allá que fue, sus 8 años de experiencia en el sector debían servir para algo.

En la antesala del despacho había ya candidatos esperando, y le pareció raro que se le quedaran mirando con una media sonrisa.

-Buenos días, venía por lo del trabajo-, le dijo a la señorita en la mesa. De nuevo, repaso y media sonrisa…

-Sí, deme su nombre, y espere ahí, le llamaremos.

Mientras esperaba, aprovechó para ver la competencia. Hombre, muy cachas y muy depilados para ser fontaneros… Le llaman:

-Por favor, entre en esa sala y vaya desnudándose.

-¿Cómo? Pero ¿dónde es la avería? ¿En una piscina?

-¿Qué avería? Esto es el casting para una película de adultos, "El fontanero y su desatascador mágico".

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Nanorelato: Calcetín

Se separaron en la casa de ella.

Quedó bajo su cama, testigo mudo de gemidos ajenos.

En el cajón ya no extraña. Prefiere la soledad a hundirse en el sudor prestado.

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Confianza

El granjero fue al mercado y compró un pavo chiquitín. El pobre bicho, iba en una caja, de cartón aterrorizado, por los vaivenes del coche. Finalmente llegó a casa y lo soltaron el corral.

Allí también pasó muchísimo miedo. Estaba rodeado de unas bestias gigantescas que le lanzaban picotazos, de una especie de león con unas uñas terribles y de un lobo gigantesco que lo empujaba con el hocico.

La primera noche, fue horrible. La segunda, mejor. En una semana, estaba a gusto. En tres meses, era el dueño del corral. Todo iba magníficamente. Su optimismo y su confianza en la vida aumentaban cada día, por buenas razones.

Hasta el día de Nochebuena.

Otros pavos, en los años siguientes, escucharon la historia a finales del otoño, pero aunque nadie dudó de su veracidad, la consideraron unánimemente un hecho asilado.

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El punto pequeñito

-Mamá, ¿esto es un punto?

-No, eso es un círculo, porque es muy grande y se puede medir.

-Pero si lo hago más pequeñito también se puede medir.

-Piensa en un puntito tan pequeñito que no lo puedas medir.

-Pero entonces no se vería.

-Coge el bolígrafo de punta muy finita y...

-Espera que voy a por tu regla especial. (...) ¿Ves? Mide la mitad de estas dos rayitas...

-Medio milímetro, sí. Pues más pequeño.

-Mamá, siempre va a medir algo y será un círculo.

-¿Sabes qué? Tienes razón. Pinta un círculo muy pequeñito y ya está.

-¿Y entonces, un punto qué es?

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La reliquia

Año 2125.

La cola daba la vuelta a la manzana, rodeando el templo, compuesta por gentes venidas de allende los mares, personas transpirenaicas, transalpinas, transatlánticas, transmediterráneas, transidas de cansancio por tanta espera.

Y es que la noticia del fenómeno había llegado a todos los rincones del planeta. Y la palabra "fenómeno" no le hacía justicia: casi se podría considerar un milagro. De hecho, la Iglesia había iniciado ya el proceso de beatificación.

No había más que ver la expresión de los que ya lo habían visto, de aquellos que salían del recinto por la puerta lateral: asombro, estupefacción, repugnancia, incredulidad…

Le pregunté a uno de los que habían salido qué había visto:

-Está ahí, en perfecto estado de conservación, sujetando todavía el último fajo de billetes de la última comisión: el brazo incorrupto del San Cristobal el Corrupto.

El templo estaba situado, no podía ser de otra manera, en Montoro.

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El fontanero antropólogo

Ir de casa en casa, violando la intimidad familiar, te pinta el cuadro social. El marido, que sabe perfectamente como reparar la avería, pero que hace el favor de contratarte; su mujer, que te da a entender que es idiota. Los chascarrillos sobre los vecinos, ignorando el hecho de que la rajada es recíproca. Últimamente, el inevitable chistecito sobre los fontaneros de la política. Se puede saber de qué pie cojean, señalando lo corruptos que son esos, o poniendo el énfasis en el todos son iguales. La enésima visita a las cloacas, solo para reafirmar los prejuicios propios.

No todo es polémico. Cuando piden pagar en b o consejos sobre tangar al seguro, hay consenso. Yo, complaciente, accedo a todo y les sugiero, de forma taimada, que soy de los suyos. En mi interior, me veo reflejado en esos otros fontaneros sobre los que pontifican, honrados mercenarios como yo.

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Versión de pobres

En el cuento clásico, el gato con botas le dijo a su dueño que se bañara en el lago, para quitarle la ropa, hacerlo pasar por un noble y que el rey lo invitara a palacio.

Pero el contexto es el que es, y de donde no hay no se puede sacar, y a lo máximo que aspiraban era a colarse por la noche en la piscina comunitaria. Se quitaron los calcetines para bañarse. Y, por supuesto, sin invitación al palacio, solo le pudieron dar al gato los restos fríos de una barbacoa que había en la basura.

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Un mundo destruido por los pelos

-Son las 0:00 horas del 21 de enero de 2026 y aún no han llegado las disculpas de Xi Jinping por decirle al presidente Trump que se está quedando calvo. Debemos cumplir el ultimátum.

Con gran tristeza, John apretó el botón rojo que, en 10 segundos, lanzaría una decena de bombas nucleares contra las principales ciudades chinas.

De repente, el jefe de protocolo de La Casa Blanca entró en la sala gritando como un loco:

-Detened el lanzamiento, nos acaban de llamar de Pekín!! Mandaron un mail de disculpas hace 1 hora pero no nos llegó porque tenemos roto el servidor central. Nos quedan 6 segundos para evitar la catástrofe!!!

-Señor…el programa de desactivación de lanzamientos nucleares también se aloja en ese servidor. Me temo que estamos jodidos.

-Y yo que pensaba que lograría salvar el mundo por los pelos…

-A mí no me mire, yo voté a Kamala.

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Ya tenemos ganador del segundo concurso de microrelatos de Menéame

El microrelato titulado Tu contraseña es muy débil de Karakol ha ganado el concurso de esta semana. Podéis leerlo completo (no os llevará mucho tiempo) aquí: www.meneame.net/m/microrelatos/tu-contrasena-muy-debil

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