El actor se encontraba junto al director de la película en Pekín de promoción, cuando fueron sorprendidos por varios vendedores callejeros que no dudaron en ofrecerles una copia pirata de su propia creación. Martin Campbell no dudó en aceptar, "por curiosidad". Después de verla, añadió que su calidad era terrible y condenó el fenómeno de la pirateria.
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