Llevamos meses escuchando la misma cantinela: que la inteligencia artificial se va a convertir en nuestro copiloto, nuestro asistente, nuestro secretario, nuestro agente. Que nos liberará de tareas tediosas, que anticipará necesidades, que hará el mundo más eficiente. Y, sin embargo, cuanto más se despliega, más evidente resulta una realidad mucho menos romántica: la inteligencia artificial falla con una facilidad exasperante en tareas básicas… pero funciona de maravilla cuando se trata de capturar contexto personal...