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El Cergayntes de Amenabar o la pulsión narcisista de convertir el cautiverio en espejismo del deseo propio
Estamos ante un ejercicio de exhibicionismo proyectivo donde el director se toma la libertad de convertir la prisión en espejo. Y ese espejo no devuelve la imagen del manco de Lepanto, sino la suya propia, embellecida, expandida y glorificada. Desde el primer plano, El cautivo nos sitúa en un Argel que no existe en ningún mapa histórico, pero que sí habita en el inconsciente cinematográfico de Amenábar: un harem iluminado con luces de neón, eunucos con abdominales de gimnasio, y calífas que parecen haber sido vestidos por Jean Paul Gaultier...
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Por un lado, me basta con leer el primer y último párrafo para entender la crítica, por otro lado, acabo necesitando un paracetamol después de la decimooctava referencia en alemán o francés. Como si de un trivial sobre el postmodernismo se tratase, escupen palabros y nombres de filósofos, sicoanalistas hasta magos (que crack Jodo)!. Todo ello aliñado con expresiones inglesas como "safe space",… » ver todo el comentario
Pues yo no leo que no le haya gustado, solo que indica, a su estilo, que Amenabar ha hecho lo que le ha salido de los cojones
Saludos
(El artículo se lo va a leer Rita, he de añadir).