Su hijo quiere ser torero y con la ruina que tenía era difícil que el chaval se abriera camino. Con esos mimbres entregó su alma al mejor postor: unos narcos colombianos. Cuando los agentes irrumpieron en la finca, uno de ellos les preguntó: «¿Qué vienen por los perros? Eso sí que es delito... como los tienen aquí». Narcos, pero preocupados por los animales que no eran suyos y que estaban en unas condiciones horribles. Lo primero que hicieron fue avisar al Seprona. No era la primera vez que el dueño tenía problemas por cómo estaban los animales
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Los narcos atrapados, el "empresario" maltratador de animales lo mismo y el aspirante a torturador de animales se queda sin su carrera de hijo de la gran puta con mayas porque su padre no se lo puede pagar.
Todo ha acabado bien.
Generalmente el periódico elogia los méritos de aquellos que llegan a lo más alto por su esfuerzo. El redactor se va a llevar un capón.
Ni el guionista más retorcido de Netflix