Serhiy Melnyk saca de su bolsillo un pequeño fragmento oxidado, cuidadosamente envuelto en papel. "Me rozó el riñón, me perforó el pulmón y el corazón", dice el militar ucraniano en voz baja mientras lo levanta. Aún se ven restos de sangre seca en la metralla de un dron ruso que se alojó en su corazón mientras combatía en el este de Ucrania. "Al principio ni siquiera me di cuenta de lo que era. Pensé que me faltaba el aire bajo el chaleco antibalas", dice. "Tuvieron que extraerme la metralla del corazón". Con el auge de la guerra con drones en
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Tony Stark nunca pudo hacerlo.