Lo mejor era cuando ibas a comprar un tarro de café, leche o cualquier otra cosa y el cambio era tan pequeño que, en lugar de devolverte la peseta, el señor Juan te decía: "No tengo suelto, la vuelta va en caramelos, que van muy bien para los constipados… ¡o para tu padre, a ver si deja ya de fumar!"- Aquella forma de dar el cambio en caramelos no era exclusiva del señor Juan, era una costumbre muy extendida en kioscos y tiendas de barrio. A los niños nos encantaba, claro: salías de la compra con el pan bajo el brazo y un premio inesperado.