España está viviendo un momento a contracorriente de las tendencias políticas occidentales. Recientemente, el país reconoció a Palestina como Estado, se resistió a la exigencia de Trump de que los miembros de la OTAN aumentaran su gasto en defensa al 5% del PIB y redobló sus esfuerzos en los programas de diversidad, equidad e inclusión. Pero no hay mejor ejemplo de que España siga su propio camino que la inmigración. En un momento en que muchas democracias occidentales intentan mantener a los inmigrantes fuera, los acoge con valentía.
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Lo acojonante es que hagan retorcimientos contables para vender esto como positivo, y peor aun que haya gente que se lo crea (o que no lo crea pero lo aplauda porque lo dicen los "suyos").