La encrucijada para un joven español cualificado de entre 25 y 33 años es hoy dolorosamente clara: hacer las maletas en busca de un futuro profesional digno o resignarse a un mercado laboral que parece no tener un sitio para él. Esta disyuntiva, que marca a toda una generación, no es fruto de la casualidad, sino la consecuencia directa de un sistema económico que, sencillamente, ha dejado de necesitarlos. Se enfrentan a una elección forzada y amarga.
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