Concurso de microrrelatos de Menéame
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Cuatro gotas

Tiene cojones. Estar uno tan tranquilo, de mariscos, con amigos y alguna amiga, con un poco de vino, cuatro gotas apenas y que se vaya el sol. Nubes por todas partes. Tiene cojones. Un poco más de vino y, pir saber, no sé ni dónde tengo el móvil. Viva Eurovisión, viva la vida. Cuatro gotas y yo con sueño. Ni dormir uno puede. Cuatro gotas de nada y parece el diluvio universal. Cuatro gotas; la tierra, que se mueve un poco. Cuatro gotas, algún cadáver más y no dejan a uno ni dormir, ni salir a la calle. Cuatro gotas de mierda y la gente, que se aburre, a protestar, cojones. Cuatro gotas y todos molestando, cuando lo único que yo quería era dormir, o no, un poco más.

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La torre de Babel

La altura de la torre ya era tal, que se la consideraba una intrusa en el cielo; las aves se posaban en las cornisas de las plantas más altas, sin atreverse a entrar, recelosas, y las nubes, orgullosas, atravesaban la torre con indiferencia.

A cada planta construida, los límites del cielo se alejaban. La perspectiva de no alcanzar sus propósitos, lejos de desanimar a los humanos, les agitaba, tal como les sucede a los jóvenes caballos con la perspectiva de una inabarcable llanura.

Debido al infundado temor de ser alcanzado, Dios  corrompió su propia creación, volviéndolos incapaces de comunicarse entre sí, divididos en grupos, cada uno con su propia lengua, evitando que se coordinaran para continuar su obra. Lo más probable, es que también corrompiera sus propios corazones, su voluntad de entenderse. De no ser así, no sé entiende su incapacidad de resolver la barrera lingüística.

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Hoy no hay relato

Hoy no pienso escribir un relato, no me da la gana.

Acaba pareciendo una obligación, como si tuvieras que participar sí o sí, porque ese es el objetivo: han puesto un concurso para promocionar la página y tienes que participar porque lo hiciste una vez.

¡Pues hoy no quiero!

Estoy cansado de tener que pergeñar palabras, reunirlas en frases con sentido, frases que sean ingeniosas y que despierten un pensamiento en el lector, o una sonrisa, o una reflexión…

¡Se acabó, ya no paso más por ahí!

Si votas a otros participantes, eres tonto, te estás perjudicando. Si no los votas, eres un egoista que no quiere valorar lo buenos que son los otros relatos y quieres ganar a toda costa.

¡Ya basta de esta pantomima!

Y, encima, tener que aguantar a graciosos que sólo entran en tus comentarios para sus cosas, que ni siquiera aprecian lo que escribes…

¡Adiós!

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Do, re, mi... Sol

Todo comenzó hace 6 años. Cuando Elvira, la del 3°C levantó la liebre. Había un lenguaje secreto en ese tendal de Irene, la del 4°A.

La disposición de las pinzas de madera o de plástico, el color, formaban palabras en ese pentagrama circular. 

Circularon distintos diccionarios, se organizaron cientos de reuniones clandestinas para resolver el arcano. 

Hace 4 días Irene subió al 7° piso del patio de luces, abrió la ventana y se lanzó. Sus sesos salpicaron desde el entresuelo hasta el principal.

Ahora Ambrosio, el jefe de escalera, quiere prohibir los tendales y las Marías disimulan con las pinzas. 

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La normalidad

Dmitri movía la sartén con maña. Esas verduras salteadas para acompañar el pollo que le preparaba a Sofía para cenar tenían muy buena pinta. Una mano en la sartén y la otra en una copa de vino.

-¡Eso huele muy bien, cariño!-, dijo Sofia desde el baño, donde se refrescaba. -¡Yo pongo la mesa!-

Colocaba la cesta de pan en la mesa cuando la pared de su apartamento, la que daba a la calle, desapareció. En su lugar, una enorme bola de fuego arrasó el piso, la lanzó a ella contra la puerta del comedor, dejándola malherida; a él, junto con cocina, pollo y vino, a la calle, desde un 5.º piso.

Los bomberos de Kyiv la rescataron en una hora o así, ensangrentada. Su casa ya no existía y el amor de su vida estaba muerto. Los periódicos dijeron al día siguiente que había sido un dron. Maldita guerra…

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Eliminando rastro completo y registro

-...Entre Casa del Centinela y Arroyo de la Higuera, en medio de ninguna parte...

-Ese gilipollas portugués casi mete la pata...

-Se corrigió al momento.

-Porque le dimos un toque desde aquí.

-¿Y dónde está la cosa ahora?

-Ni idea.

-Y quién la tiene.

-Ni idea. Nosotros no.

-En el informe dice esferoide de aspecto cristalino de un metro cúbico aproximadamente. ¿Y los ojos y oídos que tenemos en esa zona no pillaron nada?

-Nada. A 500 metros emitió ese pulso concreto y descendió al suelo... quedó entre un camino de tierra y unos árboles. Y la red eléctrica se fue al cuerno.

-Pero si pedimos tiempo para poder moverlo y llevarlo a...

-Pues allí no lo tienen, ni los franceses, ni los alemanes, ni los españoles, ni...

-Los ruskies descartados y los chinos también... No se puede haber perdido eso. Tengo en el informe que mandamos a gente de la base de Morón y de Rota, y de la base gris que tenemos en Beja, Portugal.

-Hubo que traer una grúa y meterla allí en mitad del campo, pesaba unas cinco toneladas o así. 

-Cada vez que están los españoles metidos en una de estas se lía... ¿se les ha dado el toque?

-Cuatro veces. Van a colaborar, claro.

-¿El señor naranja lo sabe?

-No, y no lo sabrá.

-Bueno, tenemos que encontrar esa cosa. Pon a los tuyos en marcha.

-Vale. Esta conversación no ha tenido lugar. Eliminando rastro completo y registro.

-Clic. 

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Los siete sellos

Esto no podía estar pasando. Solamente se trataba de una prueba.

Había elucubrado si la bomba de haz de neutrinos sería capaz de barrer la esfera desde un punto de la misma, y le pareció que bastaba con alinear el eje del plano a una tangente que fuera perpendicular al centro.

Pero olvidó que estaba en producción, y no en el entorno de pruebas, maldita sea.

Había aniquilado toda la vida del planeta basada en el ADN. Había matado a toda su familia, a todos los seres vivos. Cada planta, cada bacteria. Cada. Ser. Humano. Salvo él, que estaba dentro de la esfera emisora.

Pensó en buscar viviendas con placas solares para almacenar alimento fresco.  Pensó si las nucleares tendrían auto apagado. Pensó infinitas cosas, para no pensar.

Había desencadenado el apocalipsis, y solamente pensaba en comer.

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Confianza

El granjero fue al mercado y compró un pavo chiquitín. El pobre bicho, iba en una caja, de cartón aterrorizado, por los vaivenes del coche. Finalmente llegó a casa y lo soltaron el corral.

Allí también pasó muchísimo miedo. Estaba rodeado de unas bestias gigantescas que le lanzaban picotazos, de una especie de león con unas uñas terribles y de un lobo gigantesco que lo empujaba con el hocico.

La primera noche, fue horrible. La segunda, mejor. En una semana, estaba a gusto. En tres meses, era el dueño del corral. Todo iba magníficamente. Su optimismo y su confianza en la vida aumentaban cada día, por buenas razones.

Hasta el día de Nochebuena.

Otros pavos, en los años siguientes, escucharon la historia a finales del otoño, pero aunque nadie dudó de su veracidad, la consideraron unánimemente un hecho asilado.

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Cosas de los hemisferios

La parte izquierda del cerebro me estaba creando tensión en la parte derecha. Lógica, analítica, y sobre todo siendo "un pesao". La parte derecha andaba a por uvas, como siempre.

-Que me dejes, que no se me ocurre nada que escribir de lo de la mierda esa de Eurovisión.

-Bueno, tú mismo has dicho que esto era un juego... un entretenimiento.

-Ya, sí, pero estoy con otras cosas ahora, déjame en paz.

-Cinco minutos, venga, y así concursas. Y te relajas de todo lo otro que andas escribiendo.

-Bueno, vale. Terror. Comedia. Drama. Documental. Bah... no sé. Ni idea. Hay buenos escritores en el foro.

-Acuérdate cuando Eurovisión era un concurso de cantantes.

-Odio las competiciones y lo sabes. No hay nadie mejor o peor, hay personas. Hay cantantes.

-Piensa en el lío de Israel este año.

-No hay mucho que pensar en eso, hemisferio pesado, es lo que hay.

-Venga, bah, ponte a pensar de esa manera que haces tú en tu lado.

-Déjame tranquilo. Mira, te doy un titular mental: La vida es dura y luego te mueres. ¿Te vale?

-No sé, esperaba algo más de tu lado.

-Y yo del tuyo, pero las bombas siguen las leyes de la gravedad.

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El tema de la semana es «Hermanos»

El tema de la semana es «Hermanos»

Desde Juan Guerra a David Sánchez pasando por Tomás Díaz Ayuso, los hermanos siempre han sido un quebradero de cabeza para los dirigentes políticos. Sombra incómoda o escudo providencial, estorbo o emisario, cada hermano es un personaje secundario que amenaza con robar el foco, un apellido que pesa, una llamada que compromete. Esta semana, el Concurso de Microrrelatos de Menéame propone zambullirse en esas lealtades mal gestionadas, en esos lazos de sangre que, lejos de unir, tiran en direcciones opuestas. Porque en política, como en la literatura, a veces los familiares no se eligen: se heredan.

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Una semana más, Mara y Rubén se abrazan en el reservado. De vez en cuando se besan, unas veces como viejos amantes y otras con más pasión, hasta que alguien los elige.

Es un conocido club de swingers, de intercambios de parejas. Mara es conocida por ser capaz de tener cinco orgasmos en veinte minutos, y Rubén por se capaz de provocarlos.

Todo el mundo disimula.

La norma es que tienes que ir con tu pareja, para añadir al sexo el morbo de la infidelidad y de los celos. Todo el mundo saber que estos dos son hermanos, pero ellos hacen el paripé de magrearse un rato en el reservado.

Hay quien incluso le encuentra una componente política a su pequeño fraude. Nada es más sencillo que compartir lo que no consideras tuyo, ¿verdad?

¿Pero qué mas da? ¿Quién ha quedado insatisfecho?

Mara y Rubén tiene un éxito tremendo.

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El fontanero y la anciana

La fuga se presentaba fácil de solucionar, pero el líquido viscoso y brillante desconcertó al fontanero. Parecía uno de esos potingues con los que jugaba su hija cuando tenía 6 años. Le encantaba la purpurina y el «color unicornio».

Usó el cortatubos con precisión y encontró el atasco precursor de la rotura. Había mucho pelo acumulado. No pertenecían a la anciana que le había requerido. Eran negros, largos y brillantes, como los de su exmujer.

Durante la faena, una llave de paso defectuosa le lanzó un chorro a la cara. No tenía sentido, pero parecía agua salada. Recordó la playa de su pueblo natal, que llevaba tantos años sin visitar.

Ya todo perfectamente ejecutado. Era hora de cobrar. Pero, ¡oh!, ¡seguía saliendo líquido!

—No se preocupe —se adelantó la anciana—. En esta casa no fluye agua, sino vida. Constantemente se va perdiendo. Y muta en recuerdos.

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Discurso de graduación

Nuestra misión es que los recursos fluyan desde sus orígenes a donde necesitan ser empleados. A veces, hay que calentar esos recursos, y a veces hay que enfriarlos. A veces hay que almacenarlos en grandes bolsas, y a veces hay que dispersarlos en finas partículas para que alcancen mayor superficie o volumen con un consumo inferior.

Además, por razones de todo tipo, las conducciones se obstruyen o alguien, intencionadamente o no, las estrangula, variando la presión, o generando artificialmente abundancia o escasez. Y ahí debemos intervenir nosotros para eliminar los elementos extraños o rectificar las conducciones y su trazado.

Se os llamará fontaneros ya trabajéis con agua, con capital, información o mano de obra. Es igual. Nuestra misión siempre es la misma. Nuestro trabajo es invariable.

Buena suerte ahí fuera.

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Cosita de poco (Valdesuei)

Cuando comenzamos nuestra relación asumí que se trataría de algo temporal, de un pasajero amor de verano que, como una inalcanzable golondrina, huiría con la llegada del frío a latitudes más cálidas. Pero el año y medio compartido me hizo albergar ingenuas esperanzas.

Pasaba allí días completos y cuanto más tiempo estaba con aquella familia, más extraña sentía a la mía. Llegué a percibir como propios aquellos pasillos de perennes pisadas blancas y cartones protegiendo el suelo.

El desgaste propio de la convivencia fue haciendo mella a pesar de mi empeño por evitar la rutina: constantemente proponía nuevos cambios o mejoras.

Los silencios incomodos cuando me metía en sus conversaciones sobre las extraescolares de los niños o la celebración de las navidades, me hicieron comprender que para ellos no era más que un simple fontanero; y que era inevitable que nuestra relación acabaría cuando terminase la “reformita” de los baños.

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El inspector

Tras casi cuarenta años en la empresa, había aprendido a ser eficiente en su trabajo.

Cuando empezó, leía los informes examinando cada detalle e incluso rehacía los cálculos él mismo para comprobar que todo era correcto. Una pérdida de tiempo.

Más adelante, decidió inspeccionar solo las hipótesis y las conclusiones. En las raras ocasiones en que detectaba errores, estos no tenían impacto real. Sus superiores le felicitaron por su aumento de productividad.

En los últimos años, se limitaba a firmar los análisis que le entregaban, con lo que se agilizaba la revisión. Gracias a su entrega se convirtió en el empleado ejemplar.

Esa mañana, un error de diseño en el sistema desencadenó un accidente con más de doscientos muertos. Todos se preguntaron cómo había podido ocurrir algo así.

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El tema de la semana es: El punto

El tema de la semana es: El punto

Imagina un punto. No una línea, no una figura, no un cuerpo. Un punto. Parece sencillo, casi inofensivo. Pero basta asomarse a sus dominios para que lo que parecía el origen se transforme en destino, en vértigo, en anomalía. En el mundo de Flatland —la novela geométrica y satírica de Edwin Abbott— los seres viven confinados en dos dimensiones, y un punto es lo más bajo de la escala social: invisible, indivisible, incuestionable. Pero ¿y si ese punto contiene todo un universo que no podemos ver?

Los matemáticos, con su afán de precisión, han inventado hasta un teorema del punto gordo. Sí, así se llama: «teorema del punto gordo». Porque en la práctica, cuando buscas una solución y no la encuentras, te resignas a aceptar «algo por aquí cerca». Y eso sin contar que hay otros puntos mucho más escurridizos como el punto G, ese mito moderno que los escépticos consideran una entelequia y los creyentes, un milagro táctil.

Hablemos de puntos.

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Un puntito de tristeza

Sentía un puntito de tristeza, pero en general, nada concreto, a grandes rasgos. Normalmente no tenía problemas, ni angustia... "el día a día me come", solía decir, y el puntito desaparecía, o se posponía y difuminaba. Sin embargo nunca mostraba una expresión plenamente tranquila, aunque tampoco acelerada. Iba como un autómata, sin sentimientos, solo procesos. Sabía lo que había que hacer, y lo hacía bien.

Incluso al llegar a casa alguna película o libro ayudaban a desconectar, y entonces ese puntito se hacía notable, como un mosquito. Aunque el sueño ya no permitía concentrarse.

Pero al llegar la jubilación, ese puntito de tristeza lo ocupó todo, y esta noche, en el espejo, sí veía signos de cansancio, que afortunadamente nadie más podía ver. Y quizás de alivio.

Y pensé en el resumen de mi nota de despedida: Sabía lo que había que hacer, y lo hice bien.

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El punto pequeñito

-Mamá, ¿esto es un punto?

-No, eso es un círculo, porque es muy grande y se puede medir.

-Pero si lo hago más pequeñito también se puede medir.

-Piensa en un puntito tan pequeñito que no lo puedas medir.

-Pero entonces no se vería.

-Coge el bolígrafo de punta muy finita y...

-Espera que voy a por tu regla especial. (...) ¿Ves? Mide la mitad de estas dos rayitas...

-Medio milímetro, sí. Pues más pequeño.

-Mamá, siempre va a medir algo y será un círculo.

-¿Sabes qué? Tienes razón. Pinta un círculo muy pequeñito y ya está.

-¿Y entonces, un punto qué es?

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Las vacaciones como animal mitológico

Mis dos abuelos murieron hace mucho. Como ya he contado alguna vez, uno era falangista y otro de la CNT, lo que a ellos no les impidió ser buenos amigos y a mí aún se me nota, por herencia, en demasiadas ocasiones.

Además, uno era agricultor y otro ganadero, dos oficios, como se sabe, enfrentados desde la prehistoria.

Pero entre tantas diferencias, había una similitud que los unía: las vacaciones.

Para cualquiera de mis dos abuelos, las vacaciones eran algo incomprensible, casi mágico, tan producto de la modernidad como la luz eléctrica, los coches y la televisión. Los dos habían trabajado desde niños, con más o menos ahínco, con mejor o peor fortuna, pero sin disfrutar otra forma de asueto que los días festivos.

¿Vacaciones? Claro hombre, cuando las vacas no coman. No te joroba...

Por eso, entre otras cosas, nadie se quedó en el pueblo.

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Sombras en tu dormitorio

Surgió de la luna llena y de aquel primer niño ancestral que temió las sombras de un árbol; no del miedo a la oscuridad. No, no son el mismo miedo.

Ahora se mueve por tu dormitorio aprovechando las largas sombras que el resplandor de la calle te mete en casa, o las luces de tus propios dispositivos. A veces consigue que notes su presencia, soplándote levemente en la nuca.

No es la muerte, que está bien definida. Es otra cosa que se queda atorada. Como la mirada perdida que viste en la residencia de ancianos. Esa mente sepultada bajo las sombras, que no vuelve ni tampoco se termina de marchar todavía.

Está cerca. Ten cuidado. No dejes que se obsesione contigo.

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Versión de pobres

En el cuento clásico, el gato con botas le dijo a su dueño que se bañara en el lago, para quitarle la ropa, hacerlo pasar por un noble y que el rey lo invitara a palacio.

Pero el contexto es el que es, y de donde no hay no se puede sacar, y a lo máximo que aspiraban era a colarse por la noche en la piscina comunitaria. Se quitaron los calcetines para bañarse. Y, por supuesto, sin invitación al palacio, solo le pudieron dar al gato los restos fríos de una barbacoa que había en la basura.

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La reliquia

Año 2125.

La cola daba la vuelta a la manzana, rodeando el templo, compuesta por gentes venidas de allende los mares, personas transpirenaicas, transalpinas, transatlánticas, transmediterráneas, transidas de cansancio por tanta espera.

Y es que la noticia del fenómeno había llegado a todos los rincones del planeta. Y la palabra "fenómeno" no le hacía justicia: casi se podría considerar un milagro. De hecho, la Iglesia había iniciado ya el proceso de beatificación.

No había más que ver la expresión de los que ya lo habían visto, de aquellos que salían del recinto por la puerta lateral: asombro, estupefacción, repugnancia, incredulidad…

Le pregunté a uno de los que habían salido qué había visto:

-Está ahí, en perfecto estado de conservación, sujetando todavía el último fajo de billetes de la última comisión: el brazo incorrupto del San Cristobal el Corrupto.

El templo estaba situado, no podía ser de otra manera, en Montoro.

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La boda en la playa

-¿Qué tal tu boda nudista en la playa?

-Pues… un poco de lío porque al final tuvimos que llamar a un chamán que llevaba un taparrabos de paja porque dijo que sin eso no…

-Poco nudista vuestro chamán.

-Ya. Y los tíos de mi novia estaban escandalizados.

-¿No les habías avisado de cómo era el evento?

-Sí, sí, claro… Fue por lo del traje de la novia.

-No había, claro.

-Claudia llevaba una diadema blanca en el pelo.

-Qué bonito.

-Y luego Sebastián y sus amigotes tuvieron que echarse al agua varias veces porque…

-Pero si con todo el mundo desnudo es muy difícil que…

-Pero estos están bajo mínimos. Y lo peor es que estaban en la zona de las amigas de mi novia.

-¿Llevaste pajarita al final?

-Sí, una blanca. Pero no me la puse en el cuello… otro lío. No tengo remedio.

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Villanos

Tantos peligros nos acechan: odio, cambio climático, xenofobia, bulos. Tantos peligros y muy poco tiempo. Un momento difícil en el que los mejores deberían guiarnos y solo nos iluminan los más tontos. Un momento complicado en que necesitamos a superhéroes y solo hay villanos.

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Día tranquilo

Fue un día de poca actividad en el que básicamente se limitó a observar la ciudad desde lo alto buscando algún problema que resolver, algún criminal al que detener antes de que escapara, algún edificio en llamas del que rescatar a alguna persona o animal atrapado por las llamas. Pero no ocurrió nada de eso y, aburrido, decidió volver a su casa. Le habría venido bien un poco de acción.

Entró volando por la ventana, dejó la capa sobre el respaldo de una silla y se sentó en el sofá al tiempo que encendía el televisor y cambiaba de canal con su visión infrarroja.

Escuchó una voz desde la otra habitación que le decía:

- Cariño: Te toca bajar la basura.

- No me encuentro muy bien. -Respondió- ¿Puedes hacerlo hoy tú por mí?

menéame