Fueron saliendo: primero, un palestino, luego, otro, hasta completar en la plaza en la que comenzaría una historia mucho más fraternal.
Uno de los israelíes sonrió, con la más cínica de sus sonrisas. Seamos hermanos: sed Abel, nosotros seremos Caín. Así empezó la matanza.
Rebuscando en el bolsillo del pantalón los 55 céntimos que cuesta el café, el pasillo largo, vacío, son las 7;45 de la mañana.
De camino al despacho de informática, dando sorbitos al café, se agradece que aún no haya gente por los despachos y/o pasillos, porque, seamos sinceros, nos jode mucho que nos llamen según vamos de camino a algún sitio, pero nos gusta que nos pongan cara de pena porque el PC les va lento y nos pidan a ver si podemos hacer algo, porque en el fondo, somos unos narcisistas excelsos.
8:03, toca el teléfono, el comentario se escribe solo "ya empezamos, pues pronto", una voz tenue, temblorosa y desconcertada al otro lado...
"Informática, dígame"
"hola, mira, soy la secretaria de Don fulano"
"Dime, en qué te puedo ayudar"
"Verás, es que esto está muy raro, todos los iconos del escritorio tienen el mismo nombre"
"¿Cómo?, eso no puede ser"
"¿Verdad?, pero te juro que todos se llaman igual".
"Déjame que me conecte", dame tu ID, lo tienes en la pegatina en el ordenador..."
"97658-02"
Después de unos instantes, en el monitor de soporte aparece la pantalla remota, y efectivamente, todos los "iconos" tenían el mismo nombre y la misma extensión, excepto un readme.txt. Con la confusión por cerebro, al abrir readme.txt, aparece un texto en inglés que viene a decir "Has sido infectado por el Ramsonware xxxx, sigue la siguiente URL para saber más y como recuperar tus archivos".
Podría haber sido un martes cualquiera, pero ese día, se desató el Armagedon en una de las empresas estratégicas nacionales y que sumió en un desconcierto total la logística de este país durante unas cuantas semanas.
Llegamos a la frontera unas semanas después de que Trump fuera proclamado emperador y allí estábamos, a las puertas del paraíso prometido. La guardia fronteriza habló con nosotros, nos dijo que teníamos que pagar aranceles. Por qué, fue la respuesta, si no llevamos nada. Estáis equivocados: tenéis que pagar aranceles por vosotros. Sois un producto. No os preocupéis, dijeron, hay recompensa: el mismo emperador os recibirá. Dimos todo el dinero que teníamos y sí, era verdad, Trump nos recibió con la mejor de sus sonrisas. Fue un encuentro breve: nos dijo que no habíamos pagado suficiente dinero y que su país no quería extranjeros. El emperador nos ha expulsado de su fiesta. Solo hay lágrimas y una avión que nos lleva a un lugar en que no queremos estar.
El objetivo común es que nadie es común y todos somos objetivos de todos los subjetivos. Que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa.
Decimos adiós en las rupturas amorosas, al cambiar de trabajo o cuando fallece un ser querido. También cuando abandonamos nuestra comunidad favorita por trato «injusto». Es el momento de plasmar estas despedidas en nuestro concurso de microrrelatos, esperando que el ganador no se marche de Menéame sin antes despedirse...
Esta semana, en el concurso de microrrelatos de Menéame, nos adentramos en la oscuridad. Bajo el tema «El apagón», os invitamos a hacer un ejercicio de imaginación —o a relatar las experiencias recién vividas— cuando se apagan las luces. ¿Qué ocurre cuando la electricidad desaparece? ¿Qué secretos salen a la luz en medio de la sombra? ¿Qué miedos, qué revelaciones, qué conexiones inesperadas nacen en la penumbra? Tenéis hasta el domingo para enviar vuestro relato, breve pero contundente, capaz de iluminar con palabras ese instante en que todo se detiene.
¿Te has fijado alguna vez en cómo los noticiarios, los políticos o los comunicados de prensa llaman «caso aislado» a lo que ocurre con una frecuencia inquietante? Esta semana en el concurso de relatos de Menéame proponemos girar en torno a esa expresión, a medio camino entre la coartada y el eufemismo. Escribe un relato sobre uno de esos hechos excepcionales que se repiten sin cesar. O, si lo prefieres, entrégate al absurdo y construye un verdadero caso aislado: irrepetible, imprevisible, fuera de toda lógica. El relato es tuyo, el encubrimiento o la denuncia también.
Jerónimo era vidente. Todo empezó cuando tenía apenas seis años y soñó que su padre rompía el retrovisor del coche saliendo del aparcamiento del centro comercial. Cuando esa tarde sucedió, no pudo hacer nada para impedirlo, pero un escalofrío le recordó que su sueño era real.
Con el tiempo, había aprendido redirigir sus visiones: bastaba con pensar intensamente en algo justo antes de irse a dormir para soñar con ello. Le había resultado muy útil, primero con la lotería y luego con la inversión en bolsa. No se consideraba una mala persona y no veía por qué iba a ser inmoral aprovechar su don. Lo que nunca había sido capaz de ver era por qué, cada noche, aparecía una moneda de euro bajo su almohada.
El ratoncito Pérez era vidente.
André está sentado en su despacho. Sobre la mesa, un gran mapa de Francia. Con un dedo juega torpemente a Candy Crush. La otra mano retuerce su bigote. Llega el consejero.
―¿Lo has pensado bien? ―dice el recién llegado sin saludar.
―¡Nada que pensar! ¡Plan aprobado! Las obras comienzan la semana que viene en el Sur.
―Pues así vais a la mierda… suelta mi puta tablet y escucha lo que te digo.
Siguen discutiendo media hora más. Alzan las voces. Frustración. El consejero se despide para siempre. Por la tarde vuelve a su pequeña habitación alquilada en París y escribe en su dispositivo: «Maginot no se cree que vengo del futuro. Pasa de mí y construirán la línea defensiva. Plan B: a por Adolf».
Pobre consejero. Cien años después, en su época, también crece el fascismo. Y también está enfocando mal su lucha mediante este viaje al pasado.
Eurovisión es ese ritual kitsch que une a Europa una vez al año con lentejuelas, fuegos artificiales y coreografías imposibles. Entre gallos, prodigios vocales y discursos de unidad paneuropea, se cuelan a veces historias que merecen más que un estribillo pegadizo. Esta semana, en el concurso de Microrrelatos, afinamos la pluma al compás del televoto y os proponemos sumergiros en ese universo donde todo cabe: la ambición, la vergüenza ajena, los amores imposibles, las venganzas balcánicas y los votos falsos. Adelante, que empiece el espectáculo.
Esta semana, en Menéame, celebramos el noble arte de desatascar, ya sea cañerías o tramas políticas. El concurso gira en torno a «fontaneros y fontaneras», una figura que, más allá del mono azul y la llave inglesa, ha cobrado protagonismo en las noticias por obra y gracia de una fontanera mu apañá. Ya sea en clave de Mario Bros, de Nixon o de Ferraz, buscamos noticias que huelan a humedad, apaños en la trastienda o goteras institucionales.
Pues el tema de la semana de nuestro concurso semanal de mircrorrelatos, es «Fuego» y por eso a este minitexto le acompaña una imagen promocional de El coloso en llamas. Sed cínicos, irónicos, puñeteros pero sobre todo ingeniosos.
menéame