Durante un tiempo, Inna Z. se desvaneció como si la tierra se la hubiera tragado. Acusada de un fraude millonario, había ideado un plan de película negra: fingir su propia muerte para burlar a la justicia. Mientras todos la daban por muerta, ella comenzaba una nueva vida de lujo bajo el sol de Mallorca, acompañada por su inseparable -y nada discreto- caniche gigante. Esta semana, en la Audiencia Provincial de Palma, esta asesora fiscal germana se sentó en el banquillo.
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En fin.
Cualquier actividad legal paga más impuestos.