Todas esas bandas de hardcore de los ochenta que tanto te gustan, e incluso posteriores, desde Black Flag a Minutemen a Fugazi, tienen desafortunadamente una cosa en común: skinheads nazis* que reventaban sus conciertos, golpeaban a sus fans, levantaban la zarpa en vez de aplaudir, y en general provocaban conflictos dejando una estela de odio y mal rollo. «El pogo se convirtió en el mosh, y algunos no parecía que estuviesen allí para disfrutar de la música, si no para golpear a otra gente, muchas veces de forma ruin y cobarde» dice Jello Biafra