La frase se atribuye a Charles Maurice de Talleyrand, uno de los diplomáticos más influyentes de Europa a finales del XVIII y hasta bien entrado el XIX. Acaban de cumplirse 52 años desde que se materializó uno de sus expolios. En agosto de 1973, Juan Carlos de Borbón, su señora esposa Sofía y sus tres hijos se apropiaron de 33.000 metros cuadrados en uno de los enclaves más selectos de Palma de Mallorca. Por supuesto, como el defraudador gusta tener siempre alguna amante a mano, no tardó en buscarse una local. A Sofía no le importó...