Durante la ceremonia oficial de recibimiento en el Palacio Akasaka, en Tokio, el mandatario se mostró visiblemente confundido, moviéndose con cautela, el rostro cansado y la mirada errante. En todo momento tuvo que ser guiado por la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, quien, con paciencia y precisión oriental, lo condujo a su posición mientras las cámaras registraban cada segundo del encuentro.