El mecanismo de dominación más efectivo de las élites no reside en su poder económico bruto, sino en su capacidad para cooptar a los propios sectores populares que victimizan, creando una base reaccionaria que vota consistentemente contra sus propios intereses económicos materiales. La lógica de poder de estas aristocracias es inherentemente extractiva y defensiva, centrada en la captura sistemática de recursos estatales y la neutralización metódica de cualquier amenaza redistributiva, utilizando al propio Estado para sus intereses privados.