En medio del Pacífico Sur, entre Fiyi y Wallis y Futuna, hay una isla que desafía muchas ideas sobre cómo las sociedades humanas se organizan: Rotuma. Con apenas 13 kilómetros de largo y 4 de ancho, esta isla volcánica pasó siglos sin religión organizada. No había templos, no había dioses que temer ni rituales que cumplir, ni vida después de la muerte.
Su mundo estaba definido por la comunidad, los ancestros y la naturaleza circundante. Todo cambió en 1824, cuando un francés llegó a bordo del Coquille y presentó por primera vez a los rotumanos
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A pesar de ello, una sociedad puede vivir durante generaciones con una religión de la misma forma que un individuo puede vivir durante años con un herpes